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Abrir el grifo y que salga agua. Este gesto conlleva detrás un gran esfuerzo técnico e inversor por parte de las compañías del agua que no siempre el usuario final, el ciudadano, conoce o entiende. El agua que llega a nuestras viviendas, oficinas e industrias ´viaja´ por un entramado de redes cuyo diseño, instalación, explotación, mantenimiento y conservación requiere una perfección total. Estamos hablando del suministro de agua potable, hoy en día, junto con la energía, el servicio más preciado para cualquier ciudad o pueblo.

 

La red de distribución consta generalmente de estaciones de bombeo, tuberías principales, secundarias y terciarias, tanques de almacenamiento intermediarios, válvulas que permitan operar la red, y sectorizar el suministro en casos excepcionales (como son casos de rupturas y casos de emergencias por escasez de agua), dispositivos de medición y derivaciones domiciliares. En su conjunto las redes forman anillos cerrados para su eficaz gestión y control, pero también es cierto que están expuestas a ciertos ´problemas´, tanto externos como internos, que se deben corregir: desde roturas y fugas hasta los fraudes y un mal uso, pasando incluso por un diseño incorrecto.

Ante estas dificultades, todas las empresas implicadas en las redes de agua muestran su preocupación e interés en mejorar la eficiencia en la construcción y gestión del sistema de abastecimiento de este servicio público y van dando pasos para encontrar la red ideal. Pero, ¿de verdad existe la red de agua ideal?